top of page

Las dos cartas que no me atreví a entregarte

24 de julio 2015


Esta noche tal vez muera, física o espiritualmente, ya ni sé.

Esta noche mientras pienso en cómo podría morir, a las personas a quienes mi muerte afectaría, el único nombre que se me ha ocurrido mencionar en mi hipotética carta de despedida fue el tuyo, y sí, tal vez sea porque soy totalmente masoquista y en ocasiones una niña caprichosa, pues claro, siempre he obtenido lo que quiero, por convicción o disfrazado de amor.

Hoy, pensando qué sería conveniente escribirle a tus ojos, supe que fuiste uno de los pocos individuos en este mundo que de verdad prestó atención a mis palabras, a mis gustos, a mi terquedad y atención por las insignificantes cosas, mi gusto por las camas revueltas en sábanas y amor.

Te escribo mis deseos de haber sido algo más que personas queriéndose a oscuras, por miedo a lo que inunda al amor honesto, de ese que sangra y que duele mientras florece en el invierno de la indiferencia.

Espero algún día voltear en una librería o en la fila para entrar al cine y encontrarme con tu cabello castaño y tus labios tan hermosos, y que al reconocerme entre la gente, recuerdes estas manos que tantas veces te escribieron en piel y papel; quizás nos lancemos sólo una sonrisa que tenga sabor a ojalá, a té y café, a vino tinto y cerveza oscura.


-B.




25 de noviembre del 2015


Mi amor, mi cielo, mi muerte, mi tormento, mi pan, mis borracheras, mis libros de filosofía, las páginas de este cuaderno.

Hoy me afectaste casi igual que hace un año, se le conoce como soledad, pero no se siente como el concepto, yo te siento adherido a mí aunque no pueda quererte. Te quiero, te toco y te beso con el pensamiento, lo hago de una forma tan insistente y apasionada que espero te haga estremecer constantemente.

Me dueles, ¿sabes? Aún duele tu sonrisa al lado de otra mejilla. Me prometo no escribirte, pero estoy tan llena de ti, estaba tan vacía cuando te encontré y no hubo de otra, me fundí. Estoy tan llena de tus gustos que los recuerdo todos, por eso me duele salir de estas paredes que me construí para no llorarle abiertamente a tus brazos.

No sé cómo quitarme el capricho de que me mires y me busques con un toque de admiración. Espero que algún día reconozcas que no es frío ese temblor, que es la falta de mí.


-B.


Featured Posts
Vuelve pronto
Una vez que se publiquen entradas, las verás aquí.
Recent Posts
Search By Tags
No hay tags aún.
Follow Us
  • Facebook Long Shadow
  • Twitter Long Shadow
  • SoundCloud Long Shadow
bottom of page